amigo de toda la vida

Durante mi niñez no tuve un mejor amigo. Soy hija de un oficial militar de carrera, por lo que mi familia ya se había mudado diez veces para cuando yo tenía 13 años. Parecía que tan pronto desarrollaba una amistad, mi padre recibía la orden de trasladarse, muchas veces a miles de kilómetros. Recuerdo claramente los abrazos y las lágrimas de las despedidas con mis amigos de la infancia. Yo era adolescente cuando mi familia se asentó en una zona durante varios años y me resultó difícil hacer amigos. Los mantenía siempre a cierta distancia, y me negaba a acercarme emocionalmente. Las heridas de aquellas despedidas de la niñez me habían causado un fuerte impacto.

Cuando de adulta acepté a Jesucristo como mi Salvador, encontré en él a ese amigo para toda la vida que no había tenido. Está siempre conmigo — me guía, rescata, ayuda, protege, escucha y ama. Jesús nos provee a todos con gozo, esperanza y paz eterna. Nos ha prometido no dejarnos ni abandonarnos. Podemos conocerlo leyendo su Palabra, siguiendo su ejemplo y alabando su nombre. No importa qué nos depare la vida, sabemos que contamos con Jesús, nuestro amigo, que está a solo una oración de distancia.