Benjamin J. Dueholm | Leer Salmos 67:1-7
A la mayoría de nosotros nos gusta la atención, incluso la anhelamos; ser mirados puede ser una experiencia poderosa, especialmente si percibimos al que nos mira como alguien cuya atención es selectiva y difícil de captar. Cuando el salmista pide que el «rostro de Dios brille sobre nosotros», es una...
Oh, Dios, haz que tu rostro brille sobre nosotros, para que podamos ayudar a que tu misericordia crezca y se comparta con todas las naciones. Amén.
En el Evangelio de esta semana, Jesús está preparando a sus amigos para su partida, prometiéndoles el Espíritu Santo, quien los guiará a través de la inevitabilidad de la pérdida y la confusión. En los Hechos, escuchamos una historia de este Espíritu actuando en las decisiones concretas que enfrentaron los primeros misioneros. El Espíritu también le concede a Juan, el autor de Apocalipsis, una visión de una ciudad que ha sido restaurada y redimida por la gracia de Dios. En estos pasajes, el Espíritu es tanto una fuente de esperanza más allá de nuestra propia percepción como una ayuda para nuestras decisiones necesarias. Al igual que el ruego del salmo para que el rostro de Dios brille sobre nosotros, el Espíritu nos lleva a buscar y anhelar más.
PREGUNTAS Y SUEGERENCIAS PARA LA REFLEXIÓN
Lea Juan 14:23-29. ¿Qué más necesitamos esperar? ¿Qué dones necesitamos que el mundo no puede dar?
Lea Hechos 16:9-15. ¿A qué decisiones que debe tomar invita al Espíritu a ayudarle? ¿Cuándo ha llegado el Espíritu sin ser invitado a su proceso de toma de decisiones?
Lea Apocalipsis 21:10, 22–22:5. ¿Dónde ve a Dios trabajando para redimir o transformar su propia comunidad? ¿Dónde están abiertas las puertas, y dónde están cerradas?
Lea el Salmo 67. ¿Qué esperamos y por qué trabajamos en nombre de quienes no conocemos o amamos? ¿Qué debemos esperar y por qué debemos trabajar?
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