Dar con el corazón

Me di cuenta de que algunas clases de educación religiosa de mi iglesia necesitaban un guitarrista. Sin música, los niños estaban menos entusiasmados en alabar al Señor. No tengo el don para la música, pero mi corazón anhelaba servir a Dios. Así que, le pedí a mi hermano, que toca la guitarra, que me enseñara. Aunque no podía dominar el instrumento, mi presencia como guitarrista ayudaba a los niños a cantar a Dios con más gozo. Mi corazón también estaba alegre.

Lo que viví me recuerda a la viuda pobre que encontró favor ante Dios, aunque solo ofreció dos monedas pequeñas. Tal vez algunas personas juzguen que lo que damos no vale la pena, pero nuestra voluntad alegra a Dios. Entonces, el gozo y la paz llenarán nuestros corazones. Nuestras vidas serán bendecidas si ponemos a Dios por encima de todos los asuntos.

No necesitamos ser perfectos para servir a Dios. Así que cada vez que el Espíritu nos mueva a compartir nuestro talento o nos motive a dar para la obra de Dios en el mundo, podemos ofrecérselo libremente a Dios. Nuestro deseo de agradar a Dios es lo más importante.