Sra. Angie Gage (Carolina del Sur, EE. UU.)
Tú llevas la cuenta de mis huidas; tú recoges cada una de mis lágrimas. ¿Acaso no las tienes anotadas en tu libro? - Salmo 56:8 (DHH)
Soy voluntaria en una cárcel de mujeres. Uno de los aspectos más destacados de mi año es la reunión anual de Navidad. Las reclusas y voluntarias se reúnen en un enorme gimnasio, sentadas una al lado de la otra mientras los oradores invitados y los líderes de adoración comparten mensajes de esperanza y aliento. Disfrutamos dos horas de adoración, oración y cantos. La reunión concluye con voluntarias que distribuyen paquetes de cuidados a cada reclusa.
Este año sucedió algo diferente que me cambió la vida. El capellán pidió a las voluntarias pasar al frente de la sala y dijo: «Estas mujeres están aquí para orar con ustedes. Si quieren compartir en un momento de oración, acérquense». ¡Todas las mujeres en el gimnasio se pusieron de pie! Una por una, se acercaban para recibir oración y compartir valientemente su dolor y angustia. Varias veces, sentí a una mujer descansar su cabeza sobre mi hombro, como una criatura con su madre. Más de una vez, noté que las lágrimas caían sobre mis zapatos durante las oraciones.
Estas imágenes me recordaron que Dios presta atención a cada una de nuestras lágrimas y nos abraza en nuestro dolor. Al pensar en esto, realmente viví lo que significa ser las manos y los pies de Cristo.
Como una madre amorosa, Dios nos mantiene cerca.
Por capellanes y voluntarios de la prisión
Responda pida su oración.