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No podemos entender la experiencia de otra persona hasta que la miramos a los ojos y escuchamos su historia con el corazón y la mente abiertos.
Oh Dios, danos paciencia para aprender a subir la colina que tenemos delante antes de aspirar a la cima de la montaña en la distancia.
Cuando somos personas bondadosas, honramos la luz de Dios en la otra persona.
«Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad». 2ª a los Corintios 3:17 (RVR 1977)
Dios creó a cada uno de ellos, únicos pero lo suficientemente parecidos como para vivir en armonía.
La creación de Dios siempre encuentra la manera de sorprendernos y levantarnos el ánimo.
«Quiero vivir en tu casa para siempre, protegido debajo de tus alas». Salmo 61:4 (DHH)
El regocijo se encuentra cuando reconocemos que la gracia permanente de Dios es suficiente.
Oh Dios, sal a mi encuentro en el amanecer, y llena mi corazón de esperanza y valor para el nuevo día.