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Nuestros espacios sagrados son testimonio de los fieles que nos precedieron y abrieron camino en el desierto.
«Dios es nuestro refugio y nuestra fortaleza, nuestra segura ayuda en momentos de angustia. Por eso, no temeremos aunque se desmorone la tierra y las montañas se hundan en el fondo del mar; aunque rujan y se encrespen sus aguas, y ante su furia retiemblen los montes». Salmo 46:1-3 (NVI)
«Hizo que brotaran arroyos de la peña y que las aguas fluyeran como ríos». Salmo 78:16 (NVI)
«Mi alma alaba la grandeza del Señor; 47 mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador». Lucas 1:46 (DHH)
Cuando seguimos la llamada de Dios, podemos vivir verdaderamente una vida abundante.
Cuando miramos al mundo más allá de nuestras ventanas, podemos vislumbrar a Dios actuando de manera sorprendente.
«Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas». Josué 1:9 (NVI)