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Oh Dios, damos gracias por la sabiduría de las generaciones que han cultivado nuestros alimentos y han cuidado de tu mundo.
Dios conoce cada una de nuestras respiraciones, incluso cuando creemos que podemos escondernos de su presencia.
Deja que el espíritu alegre de Dios brille dondequiera que estés, iluminando el mundo que te rodea.
«Te bendeciré mientras viva, y alzando mis manos te invocaré». (Salmo 63:4, NIV).
Aunque las pruebas nos cambien hasta hacernos irreconocibles, seguimos siendo entrañables y útiles a los ojos de Dios.
Podemos confiar en que Dios estará a nuestro lado cuando exploremos situaciones nuevas.
«Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa». (Romans 1:20, CEB).
«Al de carácter firme lo guardarás en perfecta paz, porque en ti confía». (Isaías 26:3, NVI).
A través de nuestros actos de servicio amoroso, nos aseguramos de que la fidelidad de Dios sea conocida por todas las generaciones.